La paz es esa sensación de haber encontrado el momento perfecto de tu vida, observar el humo saliente de un pitillo con la luz apagada, beberse una copa de whisky a la salud de un recuerdo y sonreír porque una vez hiciste eternamente feliz a alguien.
La paz soy yo buscándote entre susurros, tu sonrisa provocándome un baile con tus caderas o la sensación de ver cómo te muerdes el labio inferior antes de besarme.
La paz somos tú y yo encontrándonos entre orgasmos, acariciar tu piel desnuda con el roce de mis labios y contar las pecas de tu cuerpo a golpe de beso.
La paz es escuchar tu canción favorita a oscuras, aunque ésta sea los susurros que se escapan de tu boca, cuando no puedes ser tú, ni yo. Solo nosotros.
La paz es verte levantar por la mañana y guiñarme un ojo pidiendo guerra, cerrar los ojos y leer en tus pechos desnudos los mejores versos que se hayan podido escribir.
La paz es disfrutar de ti, cada noche, cada tarde y cada mañana. Reír a carcajadas por lo que sea y encontrar en cualquier pared la cama más blanda.
La paz es disfrutar del modo en el que me arrancas las camisas, te deshaces de mis vaqueros y entre abres tu boca cuando quieres más porque no eres capaz de cerrarla.
La paz es el recuerdo en el sofá, con una copa de whisky a tu salud. Pero, lo más importante, la paz es saber que hubo un día en que la felicidad tenía las letras de tu nombre y no había nadie en este mundo que te hacía sonreír mejor que yo.